Hace poco más de un mes tuve la suerte de conocer a Gretel,
esta adorable mujer de 90 años. Fue gracias a nuestro amigo Silvio. Nos invitó
a una comida típica alemana y nos presentó a algunos de sus paisanos y amigos
que también viven en este pequeño rincón de la costa levantina.
Durante la comida tenía en frente de mí a Gretel. Yo no
hablo alemán y ella no hablaba español pero curiosamente se dirigía a mí e
intentaba hacerme entender algunas de las cosas que contaba. En ocasiones,
conseguí entender bastantes cosas. Será esa cualidad humana que nos permite
entendernos entre nosotros aunque no siempre hablemos la misma lengua.
Al final de la comida, Gretel, consiguió emocionarme
cantando un par de canciones. Una de ellas la cantaba con sus padres cuando era
niña. La otra la conocida Lili Marleen.
También nos contaron que había tenido tres maridos. El
primero murió en la segunda guerra mundial. Los otros tampoco seguían vivos.
Ella había sido la más longeva. Noventa años llenos de vitalidad, alegría y de una sonrisa franca y sincera.
Cuando terminamos y parte de los invitados se fueron
marchando, Gretel me llevó a su habitación. Me enseñó fotos de sus maridos. De
su nieta. Retazos de su vida. Realmente curioso nuevamente que no entendiera la
mayoría de sus palabras y sin embargo pudiera comprender tan bien lo que me
estaba intentando decir.
Fue un día realmente especial. Me sentí afortunada de haber
conocido a una señora tan auténtica y tan simpática.
Hace un par de semanas nuestro amigo nos dijo que estaba malita.
Que no se encontraba bien y llevaba unos días en la cama. La semana pasada
murió.
No sabía cuál era el mejor modo de hacerle mi pequeño
homenaje. Este ha sido el elegido. Es posible que no conociera muy bien a esta
mujer. Pero os aseguro que el poco tiempo que la conocí consiguió hacerme reír,
llorar y pensar. Algo que no siempre consiguen personas que conoces durante
años.
Gracias Gretel, un placer.
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